Rafael Reyna, La pregunta por la verdad en la filosofía aristotélica  Así pues, queda explicado el conocimiento sensible aunque hay muchos flecos aun por tratar y todos ellos son tratados en la teoría del conocimiento de Leonardo Polo Tomo I. Intencionalidad: Dicho esto, se ve que el objeto que queda de  toda la objetivación sensible, aunque es un objeto y no una cosa, no es una ficción ni una mera representación artística ni un nombre sino que hay en él una correlación con la realidad que sin ser el mismo real nos lleva a la realidad. Por ejemplo, si se coloca un plátano frente a un espejo aparecen dos plátanos: Por un lado, el plátano real y el plátano en el espejo. Hay que advertir que, lógicamente, el plátano que está en el espejo no es real en cuanto que reflejado pero el plátano que es reflejado por el espejo sí que es real. Por otro lado, a nadie, excepto a cierto francés, se le ocurre dudar de si el espejo le engaña. La intencionalidad es precisamente esto: el objeto en cuanto pensado sin ser real me conduce a la realidad, por tanto, el conocimiento de la realidad no se hace directamente en ella sino a través de los objetos pensados, o sea el conocimiento no es extra se inspiciendo sino intra se considerando. El objeto pensado no es real pero, a través de él, se tienen noticias de la realidad. Como señala Tomás de Aquino  “hay mas realidad en una mosca que en la mente de todos los filósofos” (Entiéndase por realidad lo extramental, pues lo verdaderamente real son los primeros principios, a lo demás le corresponde una realidad efímera) Aunque este objeto intencional sea “proporcional” a la realidad, sin embargo, parece que el conocimiento en cuanto que se constituye por objetos pensados tiene un límite. El plátano en el espejo es objetivo pero no es real y lo que quiere Aristóteles, al contrario que Platón, es conocer la realidad y no hacerse una idea de ésta. La doctrina sostenida por Polo sigue estas líneas y sostiene que se puede abandonar la suposición del objeto pensado. La verdad: ¿Quid ist veritas? La verdad es, pues, una adecuación entre lo pensado y la cosa, pero, más que una simple adecuación, es una adecuación conocida. Por ejemplo, el plátano reflejado en un espejo puede ser o no adecuado a la realidad, pero no puede ser verdad si esa adecuación no es conocida. Esto es la verdad lógica, conviene al conocimiento y es propia de las intelecciones. ¿Dónde tiene lugar tal verdad? La verdad lógica puede tener lugar en el conocimiento sensible, en la simple aprehensión o en el juicio: -En el conocimiento sensible es claro que no, puesto que la adecuación que tiene el conocimiento sensible con lo extramental tiene que ser conocida para ser verdad. Por tanto, es que los sentidos nos engañen sino que poseer la verdad es conocer la adecuación. -En la simple aprehensión tampoco puede darse por la misma razón que la aducida en el conocimiento sensible. A través de la simple aprehensión se crea el concepto, pero el conocimiento de su adecuación corre a cargo de otras actividades cognoscitivas. Tomás de Aquino lo dice así: “Lo verdadero y lo falso no están en las cosas sino en la mente; pero tratándose de la aprehensión de lo simple o de la definición, tampoco están en la mente”. El concepto no es, por tanto, ni verdadero ni falso y, además, es simple, pues no hay dentro de él ninguna comparación que nos permita acusarlo de verdadero o de falso. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, como se ha hecho ver más arriba, el conocimiento se hace en función de aquello que conocer, es decir, si conozco una silla no conozco una rosa.