Rafael Reyna, La pregunta por la verdad en la filosofía aristotélica  Así distinguimos dos tipos de acciones: las transitivas y las inmanentes. A las acciones transitivas les corresponde, por ejemplo, el edificar: Uno no empieza a edificar la casa y ya la ha edificado sino que, más bien, primero edifica y, luego, tiene la casa y cesa la edificación. Por otro lado la operación inmanente obtiene su fin ya, en cuanto se ejerce. Esto es claro porque nos es imposible pensar un conocer sin un conocido o un ver sin haber visto y, no sólo eso, sino que la ratio essendi de ambos se encuentra en el otro, esto es, son simultáneos o como señala Polo “el conocimiento no es una luz viajera porque no sólo triunfa sobre el espacio sino también sobre el tiempo”. Entonces, si establecemos la simultaneidad cogitare-cogitatum, de primeras nos encontramos con dos posibilidades que ya hemos mencionado y, por tanto, nos veremos obligados a desechar, sólo en parte, una de las dos, esto es, el innatismo. El innatismo señala que en el hombre ya están las ideas y son éstas previas al acto de conocer, pero no hay que pensar que no innatismo de ningún tipo, pues el noús si es previo al acto de conocer. Como ya se ha señalado, en virtud de la simultaneidad (hama) es necesario eliminar esta posibilidad pues la idea no puede ser previa al acto de conocer, pues, en el mismo acto, ésta es el fin. El acto de conocer necesita de un conocido, esto es claro, pero, no sólo eso, sino que el conocido requiere el conocer, pero, además, el intelecto tiene que ser previo al acto de conocer. Conocer y conocido son las dos caras de la misma moneda. Dando por supuesto que el conocer encuentra ya a su conocido, el siguiente paso será apuntar (ya que la amplitud y dificultad del tema requerirían mucho más tiempo y estudio del que conviene a esta empresa) a lo que es acto de conocer sensible. El conocimiento sensible: El conocimiento sensible es el vehículo del conocer humano del mundo. Así, a modo de resumen, la indicaré según fases, aunque no ha de entenderse en un transcurso temporal, pues su actuación es simultánea, más bien su ordenación está referida al incremento de la objetividad: 1) En primer lugar, está el órgano sensible que es el que capta lo que viene de fuera según su propia caracterización, así el ojo captará el color, la lengua el sabor….etc. Aquí es muy importante recordar la teoría hilemórfica y ver que, en este caso, aparece el sobrante formal. En la teoría hilemórfica las cosas están hechas de forma y materia de manera que la materia es causa de indeterminaciones y la materia causa de determinación. Supuesto esto, cabría preguntarse por cómo es posible el conocimiento si la forma del ojo sólo constituye al ojo en tanto que órgano. Aquí es donde aparece el sobrante formal cuyo objetivo es darle al ojo una forma que sobra con respecto a su carácter puramente orgánico y a través de la cual el ojo puede ver. Polo señala que no es veamos porque tengamos sino que vemos porque los ojos que tenemos son para ver. Además el mismo Polo señala que el hecho de que la forma del órgano sea sobrante con respecto de su constitución es un indicio de libertad. 2) En segundo lugar, el sensorio común se encarga de asociar el torrente que proviene de los órganos y lo que se objetiva aquí son el espacio y el tiempo. Por ejemplo, al tocar un tambor por un lado se ve la baqueta chocar con el parche del tambor, pero, por otro lado, se oye que el tambor suena, pues bien, el sensorio común es el que se encarga de sincronizar el golpe visto y el sonido oído. El sensorio común asocia el golpe con el sonido pero esto es una objetivación y es por ello por lo que lo llamo sincronía. 3) En tercer lugar está la sensibilidad interna que tiene tres partes: la memoria, la imaginación y la estiamtiva. La memoria sirve de “almacenaje” del pasado. La imaginación se encarga ampliar la información del objeto a través de la asociación cuyos contenidos asociativos tienen que ver con el pasado, es decir, la imaginación usa de la memoria para asociarse con ésta. La estimativa, por su parte, supone el punto de encuentro entre la sensibilidad y la inteligencia pues se encarga de, en función de la imaginación, dirigirse al futuro, de estimar lo mejor y lo peor.