Gabriel Carpintero, La verosimilitud: Popper y la racionalidad en la ciencia Desde luego, esta estricta forma lógica de entender el objetivo de las teorías científicas nos deja un regusto de amarga irracionalidad en el paladar. A primera vista, nos parece irracional descartar una teoría con un gran contenido de verdad solo porque uno de sus muchos enunciados resulte ser falso. Como se dice popularmente “una olla no se estropea por un garbanzo”. Al igual que en la vida cotidiana no desechamos toda una fuente de alimento porque una parte pequeña de la misma se encuentre en mal estado, al sentido común le resulta ilógico descartar una teoría por no ser absolutamente verdadera. Afirmaríamos sin muchos remilgos que una teoría que no es absolutamente verdadera puede ser, sin embargo, verosímil o parcialmente verdadera. Por fin, el concepto de verosimilitud ha hecho su necesaria aparición en este entuerto. Como ya hemos dicho, glosando a Newton-Smith, si las reglas y objetivos de un juego lo condenan al absurdo, bastará con modificar aquello que haga al juego irracional, para que vuelva a tener pleno sentido. Eso mismo pensaron algunos filósofos de la ciencia a comienzos del siglo XX. Si la ciencia se ha impuesto un objetivo inalcanzable – la verdad – quizás sea el momento de repensar el objetivo o la vía para alcanzarlo, de modo que la ciencia vuelva a encarnar el maximun de la racionalidad humana. El pensador al que se le ocurrió por vez primera la feliz idea, fue Sir Karl Popper, en su obra Conjeturas y Refutaciones. En este libro Popper decidió que la verdad no era un objetivo viable para la ciencia, en tanto que nunca podría ser plenamente alcanzado. La verdad resultó ser para Popper un ideal regulativo de la ciencia en el sentido kantiano, algo a lo que aspiramos pero que sabemos que nunca podremos completar. Así que Popper decidió cambiar las reglas de este juego llamado ciencia, permutando la verdad por la verosimilitud como objetivo de esta actividad. Lo importante ahora no es alcanzar la verdad, sino aproximarnos a ella en la medida de nuestras posibilidades. De modo que ya tenemos una respuesta a la pregunta que nos formulamos más arriba ¿Por qué tratar en este trabajo la “verosimilitud” pudiendo centrar nuestro estudio en un concepto muy cercano al mismo, pero de mayor relevancia, como es el concepto de “verdad”? Porque la verdad hubo de ser sustituida por la verosimilitud como objetivo de una ciencia con pretensiones de racionalidad medios-fines. Veamos ahora con detenimiento que pensaba Popper sobre este asunto y si la verosimilitud salvaba a la ciencia del abismo de lo irracional. 3. La finalidad de la ciencia según Popper: Popper no siempre consideró la verosimilitud el objetivo de la ciencia. En La lógica de la investigación científica (1934), su obra de juventud, describe la ciencia como una tarea infinita con dos rasgos principales: 1) el descubrimiento y resolución de problemas significativos, y 2) que dichas respuestas o soluciones, superen los intentos de refutación a los que sean sometidas para ser tenidas en consideración como respuestas válidas. La ciencia no puede proponer respuestas definitivas a los problemas que intenta resolver. Todas las teorías que propongamos son susceptibles de revisión y refutación, o lo que es lo mismo, son potencialmente falsas. No nos queda muy claro que entiende Popper por “respuestas a problemas” en esta obra. Pero es evidente que en la Lógica de las investigaciones científicas Popper evita mencionar la verdad como la finalidad de la ciencia, aunque ya la tenía en mente. La verdad era un concepto denostado por aquella época, debido a las fuertes connotaciones metafísicas y a su falta de fundamentación lógica. Sin embargo, Popper encontró razones de peso para rescatar este concepto de la marginación filosófica en la teoría semántica de la verdad desarrollada por Alfred Tarki. Esta teoría rehabilitó la concepción de la verdad como correspondencia con los hechos, lo cual le permitió colocar la búsqueda de la verdad como finalidad de la ciencia (Zamora Bonilla 1996, 31).