Lucas Risoto, los sueños como expresión de la verdad. Introducción a la ...
Dentro del mundo-corporal encontramos el ser-limitado y oprimido en el ser obeso, las barreras
o muros en la capa de grasa contra los cuales golpea sus puños. El vacío en ser obesa, fea, estúpida,
vieja, opaca y muerta. El anhelo de libertad en querer-ser-delgada. El sí mismo como un simple tubo
para vaciar y llenar. (Cfr. C.S. Hall y G. Lindzey. La teoría existencialista de la personalidad. Paidós
pp. 24-25) .
Los mundos en que se mueve esta existencia son: el mundo terrenal, el mundo etéreo y el
mundo subterráneo. El movimiento existencial correspondiente a estos mundos es: marchar por
tierra, volar por los aires y reptar en la tierra o bajo tierra. A cada uno de estos mundos corresponde
una forma específica de temporalización, espacialización, consistencia material concreta. Si el primer
mundo representaba una totalidad contextual en el sentido de la actuación práctica, el segundo
significa el mundo de los deseos “alados” y los “más altos ideales” y el tercero el de los deseos que
“nos tiran hacia la tierra”, que “nos oprimen” con su carga, su peso y su ley de la gravedad. Pero
este mundo se estrella violentamente a las primeras de cambio. Es muy importante localizar el
momento de este choque y la forma que adopta en el ser-en-el-mundo. En primer lugar, siguiendo
de cerca la poesía de Ellen, está el hecho de que el cielo se oscurece, el globo de fuego solar se
hunde en el océano, está el temeroso silbar del viento, la marcha a la deriva, sin rumbo ni piloto del
barco de la vida por el mare tenebrosum, las nieblas grises, húmedas del atardecer, el triste
desesperanzado estremecimiento de la copa de los árboles y la frialdad del hielo.
De todo lo visto hasta ahora podemos sacar ciertas conclusiones. En primer lugar su existencia
no ha plantado firmemente los pies en la tierra; es decir, que ni su independencia ni sus posibilidades
de orientación pueden arraigar en acciones prácticas. Su existencia se mueve solamente a base de
esfuerzo sobre la tierra -de hecho convulsivamente-; su afincamiento en la tierra se ve
constantemente comprometido por raptos y vuelos aéreos y por estancamientos en tierra y
hundimientos bajo tierra. En ninguna parte puede hacer pie ni asentarse sólidamente [Grund]. Lo
que teme su existencia es ser en el mundo en cuanto tal. Ahora el mundo en general tiene para Ellen
carácter amenazador y misterioso. El hecho de que Ellen West sienta terror de todo, lo mismo de la
oscuridad que del sol, lo mismo del silencio que del ruido demuestra que su angustia es
esencialmente miedo ante el ser-en-el-mundo. Cuando esa sensación de amenaza se traduce en
temor a algo concreto se llama miedo. Primero se vio con evidencia en el oscurecimiento del cielo;
luego, en los espíritus malignos y además, en forma de restricciones puramente materiales como
redes, cadenas y muros.
Con la aparición del deseo de estar delgada -fatal porque implica que el conflicto entre los
mundos alcanza su punto culminante en una situación de conflicto que así se fija y petrifica-. El
mundo etéreo adopta rasgos cada vez más distintivos y acentuados y se hace más agudo el
contraste con el mundo terrenal. Así podemos ver cómo se van escindiendo el mundo de
luminosidad, de vitalidad y floración primaverales, de los cielos radiantes luciendo su azul sobre un
paisaje inmenso, libre y salvaje del mundo reducido, estancado gris y oscuro, frío e incoloro, “donde
no brilla el sol esplendoroso de la vida”. Esta escisión es la que acabará con su vida. “Yo me siento
completamente pasiva, en el ring donde se machacan dos fuerzas antagónicas” dirá Ellen casi al final
de su vida (Cfr. L.Binswanger. El Caso de Ellen West. En VV.AA. Existencia. Nueva dimensión en
psiquiatría y psicología. Gredos. 1977).