Rafael Reyna, La pregunta por la verdad en la filosofía aristotélica  El problema de la inherencia:   Las directrices de este problema ya se vienen planteando desde Tales de Mileto que no establece distinción alguna entre pensar y ser. Pero en Platón se esboza un posible intento de solucionar.    Dicho problema se puede establecer de forma breve de la siguiente manera: “Si la realidad es en sí y el noús también, ¿cómo es posible el conocimiento?”.  Platón intenta solucionar este problema mediante lo que él llamo koinonía, término que podemos entender como una irradiación de las ideas, las ideas irradian su verdad y el noús las conoce. De todas formas, esta koinonía es entre las ideas y el conocimiento del hombre se subordina a la aparición de las ideas que le dan el conocimiento.   En este intento de abarcar el problema hay implícitas dos nociones que Aristóteles acusará de equívocas. En primer lugar, la verdad está fuera del conocimiento y existe per se, estableciendo así cierta independencia del conocer y lo conocido, es decir, lo conocido, aunque no en cuanto conocido, estaría en la realidad previo al acto de conocer. Al conocido no en cuanto conocido sino en cuanto que es previo al conocimiento lo llamaremos realidad extramental. En segundo lugar, se establece la pasividad del conocimiento, esto es, el conocimiento no es acto sino es sólo la función de un espectador que se detiene y, solamente, observa a la realidad que irradia verdad. Pues bien, a grandes rasgos, este es el intento de solución platónica sobre la que se construye la teoría de las ideas. El problema no llega a solucionarse. En Platón lo cognoscible es lo quieto, es decir, lo que no necesita de nada pero, sin embargo, lo único que conocemos son las sombras de estas ideas y, a través de éstas, se intuye cierta eternidad gracias a la función del Demiurgo.  Aristóteles critica con dureza esta solución y da la suya propia que aparece raíz de los sentidos del ser donde establece una distinción radicalmente contraria a dicho problema. Los sentidos del ser:   Otra célebre frase, o, más aún, el principio filosófico, que debemos a Aristóteles es el siguiente “Tò őv λέγεται πολλαχως” (el ser se dice de muchas maneras). Dichas maneras de decir al ser son las siguientes: a) El ser se dice de la sustancia y del accidente. Por un lado, entendemos por sustancia aquello que es per se, no in se. Por otro lado, entendemos por accidente aquello que es en otro y debe su existencia a la sustancia a la que se adhiere. Aristóteles para explicar la afinidad del esse per accidens con el no-ente se sirve del ejemplo de la construcción de una casa diciendo “Pues ni el que hace una casa hace los accidentes que acompañan a la construcción de la casa […] Y, del mismo modo, tampoco el geómetra considera a los accidentes de las figuras ni si son cosa diferente <<triángulo>> y <<triángulo conteniendo dos rectos>>” b)  El ser se dice de lo propio y de lo accidental. Entiéndase por propio lo que es necesariamente y por accidental lo que no se da ni siempre ni necesariamente. Aquí el estarigita se vale de nuevo de otro ejemplo “ si en la canícula se produce mal tiempo y frío decimos que es accidental, pero no si hace bochorno y calor, porque esto se da siempre o generalmente, y aquello no” c) El ente se dice del acto y de la potencia. Acto es ser lo que es, esto es, las cosas son activamente y en presente lo que son. Luego, potencia es un principio de movimiento, pero no en uno sino en otro, o en uno mismo en cuanto que no es lo que es. Por ejemplo, hablamos de potencia cuando decimos que una semilla puede llegar a ser un árbol y, sin embargo, en acto, lo que es, es una semilla. Además, Aristóteles distingue dos tipos de potencia a saber: activa(tiene en sí la capacidad, como en la semilla) y pasiva (las cosas sufren la acción de otras)