entrevista a Gabriel Carpintero: ¿Qué es filosofía?  Creo que a lo largo de la historia, los filósofos nos hemos caracterizado por defender, o al menos plantear, hipótesis arriesgadas y revolucionarias contrapuestas a los prudentes juicios de los que se limitan a apoyar las ideas del momento, o a tomar posturas intermedias entre las posibilidades más extremas. Con esto no quiero sustentar una visión estereotipada del filósofo loco y extravagante que dice lo primero que se le pasa por la cabeza como si fuese una genialidad, sino la del pensador que está dispuesto a defender racionalmente las ideas en las que cree a pesar de que estas se alejen bastante de lo habitual. Sin embargo sí que estoy de acuerdo contigo Alejandro, en que si uno defiende racionalmente una postura cualquiera, al final acabará comprendiendo también las virtudes de los argumentos contrarios, asumiéndolos y resumiéndolos  en lo que tu muy bien has llamado un "buen juicio" o "juicio prudente".  Alejandro Rojas: Bueno, sobre el primer aspecto que me objetas no quise dar la sensación de que yo consideraba que la estructura universitaria debería estar orientada laboralmente, más bien quería decir que era la sociedad la que debería reorientarse a la ciencia y la universidad. Y en cuanto al segundo punto, ¿no crees que el juicio extremo, la pasión por desmontar las ideas de los demás, la argumentación inverosímil… esas capacidades de las que hablas… son el camino dialéctico que otorga al que en él se forma el grado de sabiduría en sentido platónico? La capacidad dialéctica de Platón era muy superior a la de autores aparentemente más rebeldes como Nietzsche, y en absoluto creo que sea ese autor poco vital que se pliega a lo habitual. Puede que nadie más que él haya creído en la capacidad de destruir ideas o que crear discursos sea el único camino para prepararse contra el mundo impersonal de lo que se dice y se piensa… pero no que este ejercicio sea él en sí mismo un objetivo, sino un método formativo que debe acabar en la virtud de la sabiduría, la cual, no tiene porqué consistir en saber algo, sino en ejercer la sabiduría, a la que Platón denominó prudencia; entre otras cosas porque no es apresurada, porque no se deja llevar, porque nace de la capacidad para pensar lo inverosímil y lo opuesto, para buscar la negación y lo sorprendente como único método dialéctico que desemboca en la episteme. A su maestro no lo mataron por defender lo habitual. Y si hoy Platón es alguien a quien oponerse es porque su pensamiento (ese que él mismo decía que no pondría nunca por escrito) ha llegado a convertirse, seguramente contra su idea genuina de filosofía, en el contenido del pensamiento filosófico occidental, aunque no porque su propuesta fuera aceptar lo habitual. Antes bien, a la hora de la verdad, Platón no propone contenidos concretos en los que plegarnos, más bien enseña una virtud de la que la técnica dialéctica por tíi vitoreada es inseparable. De hecho, se negó a fijar ideas por escrito, quiero decir: a acabar sus diálogos. Y quizás esto ocurriera porque era receloso de decir algo definitivo e imperecedero, y porque su gran propósito fuera enseñar un camino, una técnica. Gabriel Carpintero: Te voy a contestar con un testimonio personal. Hace cinco años me puse a estudiar filosofía con ahínco, buscando respuestas a las grandes preguntas de la vida. Cinco años después, una vez licenciado, he tenido que decidir qué hacer con mi vida, hacia donde dirigirla laboral y personalmente en el futuro distante y en el apremiante futuro inmediato. La ironía es, ironía dialéctica además, que después de haber estudiado las sorprendentes propuestas vitales de Kierkegaard, Schopenhauer, Platón, Sócrates, y otros tantos, descubro que no sé que hacer con mi vida… que no me vale ninguna de sus respuestas. No al menos íntegramente. ¿Es o no es una irónica paradoja que los que se dedican a estudiar el sentido de la vida, no sepan que hacer con las suyas? Como diría el refranero popular “consejos vendo y para mi no tengo”. Pero es que mis circunstancias históricas y mis preferencias idelógicas son otras y habré de componer, con paciencia, mi propia respuesta a la existencia. Una respuesta que surgirá de mi dialogo mental con las propuestas de todos estos pensadores, pero que no será ninguna de ellas, y que por desgracia no le servirá a nadie más (Que es lo que tienen las soluciones dialécticas).