Resumen:El único efecto positivo de esta dramática crisis será darnos cuenta de que el socialismo fagocitario del dinero ajeno nos ha dejado sin recursos para reaccionar, y eso daña sobre todo a los más pobres. Ahora es un buen momento para optar de una vez por el capitalismo que nos hace más ricos y más libres
capitalismo, liberalismo, socialismo, pobreza, crisis económica
Sumary: the only positive effect of this dramatic crisis will be to realize that the phagocitary socialism of foreign money has left us without resources to react, and that damages affects specially the poorest. Now is a good time to decide once and for all in favor of capitalism which will make us richer and more free.
      Capitalism, liberalism, socialism, poverty,  economic crisis
      Hace unos años, aprovechando el cambio de milenio, la   organización The   Latino Coalition quiso  dar su célebre premio a la persona o institución del mundo que más hubiera ayudado  en el siglo XX a la integración y promoción de los hispanos y de otras minorías  en América1. 
      Cualquier socialista pensaría que se lo dieron a una de las instituciones  públicas redistribuidoras de riquezas: UNICEF, ONU, Banco Mundial, Fondo  Monetario Internacional, o a una de las instituciones de caridad de la Iglesia Católica o de las  Iglesias evangélicas, o a políticos redistribudores como Hugo Chávez o Fidel  Castro. ¿Quién piensan estos hispanos que han hecho más por su promoción  personal? Evidentemente ninguna de las opciones anteriores porque las ayudas  redistributivas nunca han ayudado a salir de la pobreza a medio y largo plazo.  El premio se lo dieron a McDonald’s.
      McDonald’s dio desde sus inicios muchas oportunidades de  empleo a las minorías. Numerosos hispanos tuvieron la confianza de McDonald’s  para montar su propio restaurante mediante créditos bancarios avalados por el  prestigio de la   Multinacional. Todos estos hispanos que en los años 60  salieron de la pobreza montando su propio negocio, ahora son dueños de  numerosas franquicias y viven lujosamente. Además millares de hispanos  inmigrantes recién llegados obtuvieron y obtienen su primer empleo en McDonald’s2. 
      Y como dice su presidente en EEUU, el también hispano Ralph  Álvarez, todo este beneficio a la comunidad hispana se ha realizado siempre sin  ningún tipo de discriminación positiva, sin ninguna finalidad que no sea la de  propio beneficio de la   empresa. Los directivos de McDonald’s descubrieron que el  perfil hispano, trabajador, leal, con pocos recursos y dispuesto a empezar  cobrando poco, era muy adecuado para su expansión mediante franquicias. La Multinacional se  enriqueció del único modo que se puede enriquecer en el capitalismo:  enriqueciendo a los demás: a sus socios, a sus trabajadores, a sus proveedores  y además dando unas hamburguesas riquísimas a los consumidores que han  respondido visitando masivamente sus limpios restaurantes. McDonald’s da  oportunidades para trabajar y promocionarse. Eso es lo quieren los pobres: no  quieren la humillante limosna institucional que hoy les cae de arriba y no  saben si mañana también. Quieren una oportunidad para generar riquezas por sí  solos, y eso sólo lo puede hacer la empresa privada.
      Existen dos modelos muy distintos de ayuda a los pobres: la  dádiva redistributiva que quita a los ricos para darlo a los pobres, o las  oportunidades de trabajo que ofrecen las empresas buscando su propio lucro. La  primera se ha demostrado machaconamente ineficaz desde mediado de siglo XX,  pese a lo cual sigue siendo el modelo favorito de la izquierda, de la derecha  tradicional y de los católicos con nula cultura económica3.  La segunda, como en el ejemplo que hemos visto, ha permitido que los pobres se  enriquezcan a medio y largo plazo, dejando de ser pobres. 
      El socialismo afirma erróneamente que “la riqueza está injustamente distribuida”. Pero no puede estar ni bien  ni mal distribuida porque la riqueza nunca se origina tras una distribución ni  divina ni supraestatal. La riqueza se genera desde abajo hacia arriba. La crea  el trabajo de cada persona y de cada empresa. Se genera, no se distribuye. Y  cuando la intentamos distribuir la dilapidamos.
      El informe Gwartney4 nos dice que en la última década el PIB per cápita mundial creció un 2,2%,  prácticamente el doble del crecimiento experimentado en las décadas pasadas. La  pobreza absoluta (no la relativa, siempre somos más pobres que “alguien”) se  redujo del 40% al 21% desde 1981   a nivel mundial hasta la fecha. Es tal vez uno de  los fenómenos humanos más masivos e importantes de la historia. Desde el  año 2000, la tasa de crecimiento se ha acelerado al 3,2%. Esas tasas de  crecimiento son mucho más altas en los países con economías más capitalistas,  con más libertad económica.
      El informe Gwartney entiende por “libertad económica” la mayor capacidad  de los ciudadanos para hacer lo que estimen oportuno con sus propiedades  (usarlas, intercambiarlas, cederlas), "siempre y cuando sus acciones no  violenten los derechos –idénticos- de los demás". Pues bien, sus datos relacionan  matemáticamente la libertad económica (capitalismo) con el nivel de ingresos. Mientras  más liberalizan su actividad económica los países, más aumenta su PIB5.  Esto no debería sorprendernos, pero -por desgracia- los prejuicios contra  el afán de lucro y el derecho de propiedad todavía llevan a muchos  a pensar que la coacción estatal es la mejor ayuda a los pobres. 
      A la hora de puntuar a los países sometidos a estudio, Gwartney y  compañía tienen en cuenta cinco factores: 
- El tamaño del Estado
 - La seguridad de la propiedad
 - La estabilidad monetaria
 - La libertad para comerciar con el exterior
 - Los bajos niveles de regulación.
 
Respecto a la libertad de comercio:
| Los países con más libertad son | Los países con menos libertad  | 
      
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La vida es mucho más agradable en los países más libres. Allí donde hay poca o ninguna libertad económica, la vida es un infierno para todo el mundo, menos para quienes están en el poder; y a veces ni siquiera éstos se libran... Del referido informe se desprende también que es mejor ser pobre en un país libre que en uno que no lo es. En los países más libres, el 10% más pobre de la población gana más de 7.300$ de media al año, frente a los 905$ de sus homólogos en los países más pobres. Y en las sociedades libres los más pobres consiguen dejar de serlo en esa o en la generación siguiente.
      En el capitalismo ¿quién es el rico? ¿quién es el que se enriquece? No  el que tiene riqueza sino el que la genera, el que se enriquece. Quizás en el  pasado y ahora en ciertas sociedades no capitalistas exista la figura del rico  heredero que, haga lo que haga, siempre tendrá riqueza. Tiene riqueza aunque no  la genere. Pero  eso no tiene nada que ver con la realidad diaria de nuestra sociedad abierta.  Una de las notas del capitalismo es que uno sólo se puede enriquecer  interactuando y enriqueciendo a los demás: empleados, proveedores y clientes.  Se enriquece el que tiene voluntad y capacidad de generar un beneficio a los  demás en condiciones tales de ser recompensado. 
      No existe en la realidad ningún país del mundo con un capitalismo puro.  Si existiera, ese sería el lugar más solidario y rico del planeta: porque el  enriquecimiento de unos sólo sería posible a través de la generación de  beneficios de otros. En los países con más libertad económica existen tal  cantidad de empresas, de intercambio de ideas, de recursos, que es más fácil  que una persona o equipo de personas pueda generar beneficio a los demás en  condiciones tales de ser recompensados. En las zonas con bajo grado de capitalismo,  libertad y democracia -como Zimbabwe- podemos encontrar personas trabajadoras e  inteligentes con iniciativas empresariales, pero allí el tejido empresarial es  tan pobre que tienen pocas oportunidades de dar beneficio y menos de ser  recompensado económicamente. Por eso Bill Gates, Steve job, Walt Disney y  Rockefeller nacieron en EEUU, no en Zimbabwe. Las numerosas oportunidades que  ofrece EEUU le convierte en la nación donde se generan de la nada más  multimillonarios, donde se acoge e integran más inmigrantes desde hace siglos y  donde más rápidamente las familias pobres dejan de ser pobres6. 
      Los ricos, los que crean riquezas, son los que tienen las ideas y asumen  riesgos con sus capitales. El resto de nosotros colaboramos, no porque no nos  quede más remedio, sino porque la división del trabajo es mucho más productiva  que procurarnos nuestra propia comida, vestidos y medicinas. El capitalismo no  está basado en la explotación y “alienación” de los trabajadores en su trabajo  sino en la inevitable creación de mejores oportunidades para los trabajadores y  en ofertar los productos del trabajo cada año de forma más accesible.
      Esto genera una inevitable competencia entre empresarios por reducir  precios sin perder sus ganancias, y esto es benévolo para la sociedad en su  conjunto. De esta forma en las últimas seis décadas los precios han ido  disminuyendo en los países capitalistas en relación a los salarios y al ahorro,  elevando a muchos pobres a las clases medias y volviendo a la clase media más  rica7.
      Una economía libre –capitalista- genera riqueza de acuerdo al aporte  productivo de cada persona y empresa, premiando la innovación, el ahorro y la inversión. Porque  para enriquecerse se debe atender las necesidades de los demás de forma  consistente. Nada como una economía creciente como garantía de que cada  generación tendrá acceso a mejores bienes materiales y culturales que la  anterior.
 
      Durante 8.000 años el ser humano no conoció otra cosa que la pobreza. Aunque más  que hablar de pobreza habría que hablar de ausencia de riqueza, porque lo que  se genera y se hereda no es la pobreza sino la riqueza8. Para  Nathan Rosenberg, “la percepción de la pobreza como algo moralmente intolerable  en una sociedad rica, tuvo que esperar a la aparición de una sociedad rica”.  Incluso los “ricos” –la nobleza y los reyes– de hace 300 años envidiarían las  condiciones de expectativa de vida, mortandad infantil, salud y acceso a otros  bienes con las que una familia de clase media ecuatoriana cuenta actualmente.  Al ritmo al que iban las cosas en la antigüedad, costaba casi 2.000 años  duplicar el ingreso promedio en un país. Pero Inglaterra lo hizo en 60 años  durante la   Revolución Industrial, resultado de la libertad  político-económica que las ideas de la Ilustración británica permitieron.  Taiwán, Hong-Hong y China lo han logrado en menos de 10 años, por una sencilla  razón: el know-how y los capitales ya  están disponibles para el país relativamente pobre que se decida a liberalizar  su economía y volverse un campo de juego estable para los empresarios de todo  el mundo. 
      Shangai y Bombai son dos regiones del mundo donde sus ciudadanos han  pasado en poco tiempo de la pobreza a la riqueza hasta el punto de que todos  los destinos turísticos del mundo intentan captar ahora clientes de esas zonas.  Son los nuevos ricos. No lo han logrado con limosna de otros países sino  volviéndose capitalistas. Podemos llevarnos las manos a la cabeza por las  condiciones laborales de sus ciudadanos pero no olvidemos que esos ciudadanos  libres eligen esas condiciones antes que sus antiguos empleos en la agricultura. Las  condiciones laborales en esas regiones irán mejorando conforme aumente su  desarrollo empresarial. Recordemos que en Europa, y no hace muchos siglos, los  niños también trabajaban. Ahora no. Y no ha sido gracias a la acción de ONGs  pro derecho a la infancia sino gracias a la misma dinámica de enriquecimiento  del capitalismo. Esas regiones están en una fase anterior a nosotros con la  diferencia de que la globalización –el que puedan vender sus productos en el  mundo entero- les permitirá salir antes de la pobreza.
      ¿Y por qué hay países como Zimbabwe que no levantan cabeza? Primero  porque la historia de África desde que se tiene datos es la historia de un  estado de guerra sin descanso. Esa situación no invita a hacer inversiones a  medio ni largo plazo. ¿Cómo crear algo nuevo cuando tu principal problema es la  supervivencia? 
      Otra razón es que en África la idea de contrato tiene poco valor. Muchos  africanos con grandes virtudes humanas no entienden que lo pactado debe  cumplirse aunque su cumplimiento sea costoso y en ocasiones perjudicial para  una parte, quizás porque la cultura romana no hizo mella en esos pueblos. Los  pocos empresarios que se atreven a poner una fábrica en el África subsahariana atraídos  por el bajo coste laboral acaban cerrándola porque no pueden luchar ante una  mentalidad de engaño continuo. Y el capitalismo crece y se apoya en la honradez. Si te doy  un pagaré por una mercancía debes confiar que en que en la fecha de vencimiento  en mi cuenta habrá dinero y yo debo creer que tu mercancía tiene las  especificaciones que me dices. Si no hay confianza no hay grandes negocios. Los  negocios en un ambiente de engaño se limitan a pequeños intercambios y al  trueque.
      Los grandes hombres de negocio tienen en común que han sido educados en  el respeto reverencial hacia el contrato. Rockefeller con 16 años le pidió a su  padre mil dólares para empezar su primer negocio. Su padre se los prestó pero  con unas clausuras muy duras en caso de incumplimiento firmadas ante notario. A  los dos años el futuro millonario había multiplicado por 200 aquellos mil  dólares y le devolvió a su padre la cantidad prestada con sus intereses y los  gastos del notario, ni un céntimo más ni un céntimo menos. Vivían en  habitaciones contiguas.
      Con trece años Bill Gates jugaba de vez en cuando al Béisbol, pero no lo  suficiente como para comprarse unos guantes. Su hermana tenía unos y cuando  Bill Gates se los pidió redactaron un contrato de uso y disfrute de los guantes  que incluía reparaciones e indemnizaciones en caso de roturas. Aquel contrato  estaba tan bien redactado por los dos hermanos que hubiese tenido plena validez  ante un juzgado mercantil.
      La mejor manera de ayudar al tercer mundo es la educación en los logros  del derecho romano: el derecho contractual, el respeto a los contratos de  propiedad… y la educación en los valores que han hecho de occidente un mundo  más próspero: la honradez y el cumplimiento de los compromisos contractuales.  Por eso no es educativo perdonar sistemáticamente la deuda que contraen con las  empresas o Instituciones occidentales. Si mi empresa vende banderas a uno de  estos países debo tener la seguridad de que me van a pagar. Si ellos piden esas  banderas, deben asegurarse de que cumplirán con los plazos de pago. Todas las  ventas que las empresas españolas hacemos a África están aseguradas por CESCE.  Un ejecutivo de esta empresa aseguradora me dijo que era sorprendente la mala  fe de los políticos y empresarios africanos a la hora de comprarnos a las  empresas españolas maquinaria y armas sobre todo. Compran sin intención de  pagar. Ese impago CESCE lo traspasa al Estado español pagando a las empresas el  80% normalmente. Y así crece la   deuda. A menudo el Estado español, a través de acuerdos de  inmigración por ejemplo, condona el 100% de la deuda que pasamos a pagarlos los  españoles con los impuestos. Pero al año, esos países vuelven a comprar y  vuelven a endeudarse, sólo que con más rapidez que antes porque la jugada les  ha salido bien. Hay otras poderosas razones para no perdonar la deuda externa9. Así  como la causa del reciente enriquecimiento de Shangai y Bombai está en ellos  mismos, el menor enriquecimiento de otros países como Zimbabwe también está en  ellos. 
      Aún así, el enriquecimiento es global a distintas velocidades. Como dice  el sueco Johan Norberg: “Desde luego, el europeo occidental o norteamericano es  19 veces más rico que en 1820, pero un latinoamericano es 9 veces más rico, un  asiático 6 veces más rico y un africano cerca de 3 veces más rico”. Así es que,  ¿de quién fue robada esa riqueza? El capitalismo no es un juego de suma cero10 en el que la riqueza de unos es producida a costa de la pobreza de otros. La  riqueza no es como la energía o la materia que ni se crea ni se destruye, sólo  se transforma. No. La riqueza sí se genera de la nada y sí desaparece. 
      ¿Y qué pasa con los más necesitados y los que caen en desgracias  temporales? 
      Existe la creencia falsa de que el actual modelo de estado protector y  socialista extremo, sube la renta de los más desfavorecidos porque aumenta la  redistribución de riquezas de ricos a pobres. Según este supuesto, un Estado  liberal y capitalista que fomente el enriquecimiento de las empresas, fomenta una  actitud egoísta y despreocupada respecto a los más necesitados. 
      En realidad nuestro Estado benefactor y socialista desincentiva la  iniciativa, el trabajo productivo y la generosidad. En  cambio, las sociedades que valoran el logro, que admiran en vez de envidiar, que  producen riqueza en vez de pedir, tienden también a ser generosas en casos que  auténticamente requieren de la ayuda de la comunidad11. 
      Y además el capitalismo permite ir ascendiendo en nuestra escala de  necesidades, superando las más primarias y permitiéndonos pensar en los demás y  contar con los recursos para apoyarles. El día en que el ser humano experimente  vivir en sociedades libres, ayudar ya no será una imposición estatal que le  quita todo valor ético y cultural, ni el resultado de una falsa mala  conciencia. La generosidad simplemente se volverá la regla y no la excepción  dado que la sociedad civil habrá sentido su rol –no el de políticos y  burócratas– la ayuda a los más necesitados.
      Existe un dilema intelectual, ético, político y vital real y debemos  optar: más capitalismo o más socialismo. Por un lado: más libertad, más  enriquecimiento, menos pobreza, o por otro lado: más intervencionismo estatal,  más redistribución, más clase pasiva. No seamos ingenuos. No vale colocarnos en  un supuesto justo medio entre ambas posturas como si esa posición fuese  superior y elevadora de las posturas enfrentadas. En realidad, vivimos en ese  punto medio. Nuestros políticos no pueden prescindir de las empresas e  introduce un nivel altísimo de pago de impuestos. Así lastran gravemente el  crecimiento de las empresas y por tanto la creación de riquezas y de empleos.  El punto medio es esto que vivimos: el socialismo, consolidado en España  durante décadas de franquismo y continuado en mayor o menor medido por los  partidos de la democracia. 
      ¿Y a qué nos ha llevado el socialismo? A que cuando se produce una  crisis nadie tiene dinero. ¿Quién se ha enriquecido con el boom de la  construcción? Los trabajadores y los empresarios de la construcción, pero sobre  todo los ayuntamientos que han vendido el suelo. Con ese dinero han  multiplicado los gastos sociales, muy buenos todos, pero desproporcionados.  Cuando se vendía suelo, los ayuntamientos y las CCAA se han dedicado a gastar  más. El político gasta lo que le llega a sus manos y siempre gasta más (por eso  se endeuda). El político no ahorra, quienes ahorran dinero somos los ciudadanos  libres a quienes nos cuesta ganarlo y sí nos preocupamos por nuestro futuro. La  cuestión no es si el político es bueno o malo. Quitando a Pol Pot, Mao o  Hitler, suelen ser buena gente: pero buena gente que disponen de una media de  100.000€ al mes para gastar en cosas buenas. Como siempre le quedan cosas  buenas por hacer, y como las que hacen siempre se pueden hacer mejor, gastan  más y más. Sobre todos los socialistas. No me preocupa lo de los sueldos, los  coches oficiales y las obras en sus despachos. No deja de ser algo anecdótico  en el conjunto del PIB nacional. Lo preocupante es el gasto en cosas buenas,  sobre todo sanidad y educación. ¿Debemos gastar en sanidad y educación? Sí,  pero nosotros directamente, no a través del Estado.
      Al llegar la crisis, el Estado se está endeudando peligrosamente para  inyectar dinero a los ayuntamientos y a las Comunidades que están al borde de la  ruina porque se les ha cortado su vía de financiación: venta de suelo, IVA e  Impuestos de Sociedades. Esa inmensa fortuna de nuestros impuestos que está  llegando a los ayuntamientos y a las Comunidades es para pagar los gastos que  ya tenían comprometidos el año pasado. ¿Y qué va a pasar el año que viene?  ¿Seguirá el Estado español aumentando la deuda? Está hipotecando el futuro de  las generaciones que vienen, que son los que pagarán tanta deuda.
      La macro estructura de Organismos públicos que se solapan, más las empresas  públicas, universidades públicas, colegios públicos, hospitales públicos, tres  millones de funcionarios, cuesta mucho. En épocas de bonanza no había  problemas. Ahora que las empresas españolas producen menos, se descubre que  vivimos por encima de nuestras posibilidades. Los precios de los bienes que  vuestros padres han pagado durante su vida de trabajo están tan hinchados por  los impuestos, que con ese dinero más los impuestos directos que les han  deducido durante décadas podrían haberos pagado no una sino dos carreras  universitarias, y un seguro privado en un hospital, y un coche deportivo. Con  la diferencia además de que las Universidades competirían entre sí para captar  y fidelizar alumnos. Porque ¿cuántos premios nóveles ha dado las decenas de  Universidades públicas levantadas a golpes de impuestos?. Cuando yo estudiaba  filosofía, nos presentábamos a los exámenes unos once alumnos de veinte  matriculados (es los que tiene que el Estado te pague la carrera12:  algunos no lo valoran). Había dos profesores que sólo nos hacían un examen al  año en junio y no colgaban las notas en las puertas de sus despachos hasta la  primera semana de agosto. Siete semanas para corregir once exámenes, con la  tensión que eso provoca. Esos dos profesores siguen en la actualidad dando  clases con un sueldo que ronda los 3.000€ (es lo que tiene ser funcionario  público). 
      El título de este simposio es “La  crisis como condición previa y necesaria para el nacimiento de nuevas teorías”,  y añado: … y para el nacimiento de nuevas  actitudes éticas. El único efecto positivo de esta dramática crisis será darnos cuenta de  que el socialismo fagocitario del dinero ajeno nos ha dejado sin recursos para  reaccionar, y eso daña sobre todo a los más pobres. Ahora es un buen momento  para optar de una vez por el capitalismo que nos hace más ricos y más libres. 
Si parte del dinero que las empresas españolas han dado en impuestos se hubiera quedado en sus cuentas, habrían ahorrado e invertido y ahora habría muchas más oportunidades de empleo, y los empleos estarían mejor remunerados. Y ya les digo, no hay existe nueva opción hacia el punto medio porque el punto medio es el socialismo en el que estamos inmersos.
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- Más de un tercio de los propietarios de franquicias de McDonald’s en los Estados Unidos son miembros de minorías y mujeres (Revista Hispanic Business)
 - McDonald’s es la primera entre las 40 compañías más importantes para los hispanos (Revista Hispanic Business)
 - McDonald’s está en el puesto 13 entre las 50 mejores compañías para las empresarias latinas del 2003 al 2004 (Latina Style)
 - McDonald’s es la mejor compañía para las minorías (Fortune)
 - Dos tercios de los puestos gerenciales intermedios y superiores de McDonald’s están ocupados por personas que comenzaron su carrera en la compañía como empleados de un restaurante (Latina Style)
 - Los programas de entrenamiento completo como los de McDonald’s le dan a las personas de origen hispano las herramientas que necesitan para tener éxito en una compañía estadounidense. Muchos también aprendieron inglés como segundo idioma a través de estos trabajos (Encuesta realizada por DePosada para la revista Hispanic Business)
 
- Las economías menos libres tienen un PIB per cápita de unos 3.300$.
 - Las que están inmediatamente por encima de ellas en el ranking se mueven en torno a los 6.100$.
 - Las del siguiente tramo ya alcanzan los 10.773$
 - Las más libres los 26.000$.
 
- Si se perdonan las deudas a los países en desarrollo, los bancos y, en general, las instituciones financieras, privadas y públicas, e incluso los gobiernos, no estarán dispuestos a conceder nuevos préstamos a estos países; con lo cual se habrá aliviado la situación actual, a cambio de cerrar las posibilidades del futuro.
 - Perdonar total o parcialmente la deuda a todos los países clasificados como muy pobres, en forma indiscriminada, crea un problema de justicia comparativa entre los países que realizan esfuerzos para el ajuste estructural y los que no hacen nada en esta línea.
 - Existe un problema de discriminación entre acreedores, en favor de los privados, que no están sujetos a las decisiones del Club de París, o del Banco y el Fondo. Este argumento, sin embargo, no parece tener mucha fuerza, ya que los bancos privados que, por lo general, no prestaron a los países que hoy son candidatos al perdón, ya resolvieron sus problemas, acogiéndose a la propuesta Brady, aunque fuera a costa de cancelar parte de sus créditos, cedidos con más o menos descuento
 - La cancelación de las deudas dañaría la solvencia del FMI, el cual endurecería su financiación aumentando nuestros impuestos, rebajando la competitividad de nuestras empresas y aumentando el desempleo
 - La condonación e incluso la reducción de la deuda, sin condiciones, va en contra de los principios básicos del derecho mercantil, generando en los prestatarios la idea de que se puede pedir dinero sin preocuparse de su devolución.
 
Juan Antonio Moreno Urbaneja es doctor en filosofía por la Universidad de Málaga y gerente de Adivin, que incluye una Fábrica de Mástiles & Banderas, una plataforma de venta online y una editorial cuya revista más destacada es la guía GO!
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Publicaciones recientes: 
    Ha escrito siete libros sobre economía y  filosofía (cinco ya están publicados): entre otros: “El método en la filosofía  agustiniana” y “Claves actuales de la epistemología de la ciencia”. Ahora va a publicar  otro libro sobre la Crisis económica, del cual este trabajo es un resumen.
    
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    Solicitado: 1 de enero de 2009
    Recibido: 13 de abril de 2009
    Aceptado: 13 de abril de 2009
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Revista de filosofía
ISSN: 1989-3787