Resumen: este texto refleja la intención de ver las crisis como operadoras de cambios de orden, cambios estructurales. Si estos cambios son lo suficientemente profundos se pueden catalogar como rupturas. Las rupturas dependen, en una medida importante, del azar; no pueden ser buscadas concretamente ni de forma explícita. Durante las crisis, el azar juega un papel particularmente importante, por ser momentos de mayor incertidumbre y aleatoriedad. En ámbitos incontrolables, probablemente sea lo mejor actuar no muy lejos de la inmediatez.
crisis, ruptura, orden, macroinvenciones
Sumary: this paper reflects the intention of seeing the crisis as operators of changes in order, structural changes. If these changes are deep enough they can be catalogued as ruptures. The ruptures depend, to a significant extent, on chance; it cannot be sought for specifically or explicitly. During crisis, chance plays a particularly important role, because these are moments of mayor uncertainty and randomness. In uncontrollable areas, it is probably best to act not far from immediacy.
crisis, rupture, order, macro-innovations
Esta ponencia busca ser amena. Ya que su existencia escrita es secundaria respecto de su exposición oral, durante el I Simposio de Jóvenes Filósofos de Málaga, evita academicismos y toda cosa que estorbe la llegada limpia y honesta a los oídos del público.
Aclarado esto, comienzo adelantándome, por el infantil placer de poder decir “yo lo dije primero”, a declarar que todo lo que voy a decir a continuación es bastante discutible, lo cual me enorgullece. Así que allá voy.
Desorden es confusión, alteración, perturbación del orden. Orden es la observación por parte de alguna cosa o conjunto de cosas, que también es una cosa, por cierto, de una regla o conjunto de reglas. Por ejemplo, se dice que un camarero es ordenado cuando atiende a los clientes de una cafetería (preferentemente la cafetería en la que trabaja) atendiendo al momento en el que llegaron de la siguiente forma: los que llegaron antes serán atendidos antes que los que llegaron después. Creo que no es necesario que explique el comportamiento de un camarero desordenado, no sólo por la desafortunada abundancia de camareros desordenados sino por la simetría respecto de lo antes descrito. Se me dirá que estas definiciones son bastante tontas, que basta con mirar cualquier diccionario de porquería para encontrar algo muy similar. Pero nada es lo bastante tonto como para que no merezca ser dicho por un filósofo.
Por supuesto, alguien podría decir que el camarero que no sigue el orden cronológico puede estar siguiendo otro orden, y evidentemente tendría razón, pero eso no importa; o sí importa, porque sirve para aclarar que llamamos a alguien desordenado cuando parece no seguir unas normas claras. El camarero que no atiende de acuerdo al momento de llegada obviamente se comporta de una manera lógica siguiendo la regla de atender al que le quede más cerca, que tenga mejor cara, o reglas más complejas de preferencia. En fin, según la definición que estoy dando aquí de orden, ese camarero sería ordenado, aunque no lo pareciera, si su conducta estuviera regida por reglas claras.
¿Qué tiene que ver todo esto con lo que sea una crisis? A continuación está la respuesta.
Una crisis trae consigo desorden. Hablo de desorden respecto de un orden concreto previamente dado, no de cualquier orden posible. Así, una crisis en la psique de nuestro amigo el camarero ordenado (el que atiende primero al que primero llega), puede terminar provocando que cambie su orden. Por ejemplo, que atienda primero a las personas que lleven vestimentas de colores más cálidos que a las que lleven ropas de colores más fríos. Ese nuevo orden es un desorden respecto del orden anterior.
Ahora tengo que aclarar que no digo que toda crisis provoque desórdenes en todos los ámbitos haciendo que no quede absolutamente ningún orden intacto. Digo que es característico de cualquier crisis apreciable el hecho de que termina alterando algunos órdenes, como le pasó al camarero que fue engañado por una novia que solía vestir de azul y decidió emprender una campaña activa contra la gente que eligiera colores cercanos a ese. Crisis políticas, económicas, sociales, culturales, religiosas, personales, todas conllevan cambios de magnitud variable en normas de comportamiento, en las reglas del juego, etc.
Espero que les parezcan buenos argumentos, porque no voy a insistir más en eso. Y voy a avanzar.
Obviamente un desorden significa un cambio sólo cuando previamente había un orden respecto del cual ese desorden es una alteración. Una persona que tenga clasificadas las películas de su filmoteca por fecha de estreno, o por director y fecha de estreno, podría considerar desordenada mi filmoteca, aunque la mía nunca haya estado ordenada. Es un desorden respecto de su orden. Aquí sólo voy a hablar del desorden cuando se refiere a un cambio respecto de un orden anterior que tuviera la misma cosa.
Sigamos. Creo que es fácil entender que la política, la economía, la sociedad, etc., poseen estructuras respetablemente complejas e interconectadas entre sí. Los cambios en unas afectan a las demás. Bien, me parece acertado decir que las crisis que se dignen de ser señaladas, publicitadas, estudiadas, elegidas como tema para simposios, etc., son crisis más o menos locales (nunca son completamente locales) que levantan mucho polvo en el momento en el que llegan a afectar a otras estructuras. Y creo que esta crisis actual se caracteriza por encontrarse que algunas de esas estructuras a las que intenta llegar se hicieron extremadamente resistentes al cambio. Y me refiero a las estructuras políticas y económicas sobre todo. Esta crisis no empezó por el lado de la economía o de la política, como muchos piensan, sino todo lo contrario. Empezó por el lado individual e interpersonal, en la nueva identidad que adoptan los seres humanos, y recién ahora, en último término, están afectando a la economía y la política.
Doy por sentado, y discúlpenme si no lo aclaré antes, que esta disección de la realidad, de las estructuras, en social, económica, política, etc., es una pequeña licencia que me permito para expresar estas ideas de manera inteligible, pero una separación fuerte y real entre ellas es absurda.
Entonces sigo. La crisis de verdad empezó en las personas, y eso es lo que parece obligar ahora a un cambio en todas las superestructuras que éstas forman.
Bueno, ya estoy hablando de crisis, pero en el título de esta ponencia está también la palabra ruptura, y todavía no la había mencionado. Lo que voy a decir es bastante simple. Se trata de una cuestión de cuál es el alcance del cambio, en el sentido de ¿es un cambio de orden realmente fuerte, algo que pueda considerarse un quiebro, que llamaremos ruptura, o es un cambio débil, continuista?
Para hablar de esto voy a comentar lo que Joel Mokyr, de la Northwestern University, llama microinvenciones y macroinvenciones. Las microinvenciones son mejoras y, como tales, lo son de algo preexistente, tienen un carácter acumulativo. Son relativamente predecibles, porque su búsqueda suele ser intencionada y concreta. Digamos por ejemplo la consecución de un nuevo compuesto para las gomas de las ruedas de las motos, específicamente las de competición de 800cc de moto GP. Las macroinvenciones, en cambio, rompen con la línea preexistente, son impredecibles, se suelen dar mayormente a partir de un acontecimiento casual, cuando uno está buscando una cosa y accidentalmente descubre la penicilina, o inventa el dulce de leche, por mencionar dos de los avances más relevantes en la historia de los últimos siglos. Las macroinvenciones son más casuales en cuanto que escapan más que las otras a nuestro control, por no decir totalmente.
Se trata de la misma diferencia que hay entre búsqueda y descubrimiento, y aquí estoy siguiendo, de una manera empobrecedora, injusta con la calidad de su texto e inventándome una buena parte, a Juan Antonio Rivera en su libro “El gobierno de la fortuna”. En el descubrimiento hay sorpresa. Sucede que la situación más favorable para que se dé un descubrimiento es una tal que permita quitar una tenaza al pensamiento, que se pueda pensar las cosas de una manera que no es continuación lineal respecto de la estructura habitual de pensamiento de ese tiempo dado. Es azaroso por eso mismo: depende de que se dé una ruptura impredecible, porque si fuera predecible no sería una ruptura sino que sería algo deducible de lo anterior, y por tanto, no necesitaría encontrar una nueva estructura para aparecer. He ahí la discontinuidad que grandes filósofos vieron. Sería interesante, pero largo y, en todo caso ajeno a las pretensiones de esta ponencia ocuparse aquí de reproducir argumentos de Feyerabend o de Kuhn acerca de la discontinuidad observable en la historia de la ciencia, así que no lo voy a hacer. Antes mejor continúo con mi línea argumental.
Como decía, al ser necesaria una ruptura que por definición no puede ser buscada con demasiada concreción, (quiero decir que uno puede saber que es necesaria una ruptura pero no puede saber en qué consistirá exactamente, puesto que en ese caso no sería una ruptura), entonces mientras menos estable sea la situación ambiente, se dará una mayor cantidad de combinaciones de ocasiones que pueden dar lugar al fortuito encuentro de una idea que no podía llegar por un razonamiento normal a partir de los conocimientos anteriores. Antes bien suele suceder que, después de encontrar una idea e intuirla importante, se busca un razonamiento que la explique y justifique. Si es necesario, se cambia la estructura del conocimiento que se manejaba antes.
El camarero ordenado del que no paramos de hablar, sería rupturista si pasara de atender a los clientes como hemos dicho, a atender a los clientes de cafeterías vecinas (y rivales) o a dejar de atender a cliente alguno para ponerse a pintar en una de las paredes de la cafetería una reproducción de un autorretrato de Francis Bacon. Estos son sólo ejemplos de cambios fuertes, verdaderos cambios en la estructura. Los escogí ridículos por pura bufonería.
En fin, no tengo intención de extenderme mucho más así que voy definiendo las últimas ideas. Estaba diciendo que los cambios más interesantes, los rompedores, son propia y particularmente incontrolables, impredecibles. Entonces ¿a dónde quiero llegar? Quiero llegar a que en medio de una crisis importante el azar cunde. Llamo azar a lo incontrolable, a la fortuna. En esas situaciones en que se están produciendo cambios en ciertos órdenes, hay menos estabilidad, no se sabe cómo van a ser las cosas ni siquiera en un plazo ridículamente corto. La diversidad potencial de situaciones dables es altísima. Y eso aumenta las posibilidades de que la fortuna traiga una de esas rupturas.
¿Para qué quiere rupturas? Preguntará alguno. Creo que son necesarias dada la situación insatisfactoria en que nos encontramos. Y creo que no es saludable, y esto ya no lo voy a justificar aquí, intentar, como algunos, crear utopías chocantes, diseñar nuevas estructuras sociales con la ayuda de ingenieros, ni nada parecido. Ya que estuve hablando del azar diré que es mejor abrazarlo y aceptarlo plenamente como compañero. Y esto es independiente de que uno tenga una concepción determinista del universo o no. El que no conozca todas las minucias de la historia universal le está dando margen al azar en cuanto que es algo que escapa a su conocimiento y opera fuera de su control. Lo que quería decir, y cada vez me estoy hundiendo más en un fango pegajoso de opinión personal, es que más vale intentar no alejarse mucho de la intuición a la hora de crear una nueva estructura social, es mejor que la nueva estructura emerja de forma natural a partir de un comportamiento espontáneo. Por lo menos así veremos de cerca las consecuencias de nuestras acciones, seremos más dueños, más responsables, más padres de nuestras decisiones y de sus consecuencias.
Me alejé bastante del punto desde el que empecé esta pequeña reflexión. Y antes de seguir alejándome, mejor termino.
Diego Nahuel Fabiano González es estudiante de 5º curso de filosofía en la Universidad de Málaga. Tiene una beca de colaboración con el departamento de filosofía, área de lógica y filosofía de la ciencia, siendo sus tutores el prof. Dr. Antonio Diéguez Lucena y el prof. Dr. Alfredo Burrieza Muñiz
este trabajo ha sido tutorizado por el doctor-tutor Antonio Diéguez Lucena.
***
líneas de investigación:
epistemología, especialmente el estudio de la consciencia.
Dirección electrónica:
gonzalezfabiano@hotmail.com
proceso de selección del trabajo:
enviado: 25 de abril de 2009
aceptado: 25 de abril de 2009
c. Claridades.
Revista de filosofía
ISSN: 1989-3787