Resumen: en el articulo “Crisis de la razón: crisis de la persona” se presenta la importancia de la trascendentalidad en el ser humano. El hombre ha perdido el sentido trascendental de su vida y esto ha ocurrido a causa, principalmente, de la errónea utilización de la razón y el progreso. Entender el progreso como facultad de perfeccionamiento y poder ilimitado implica graves consecuencias, entre las cuales se encuentra la pérdida de la trascendentalidad.
razón – persona – trascendentalidad - progreso
Sumary: in the article “Crisis of reason: crisis of person” the importance of trascendentalism in the human being is presented. Man has lost the transcendental sense of his life, and this has occurred principally because of the erroneous utilization of reason and progress. To understand the progress as faculty of refinement and limited power implies serious consequences, which include the loss of transcendentalism.
reason – person – transcendentalism - progress
Estamos, sin duda alguna, ante momentos de crisis muy serios y preocupantes. Momentos de crisis en todos los sentidos, no sólo estamos viviendo una grave crisis económica, como ya todos sabemos, sino que la crisis afecta a todos los ámbitos del ser humano, en especial, al ámbito antropológico y trascendental.
Tal vez la raíz de todos los problemas que estamos hoy día sufriendo esté en la desconfianza del hombre ante la razón y su progreso. El ser humano está perdiendo la confianza en las leyes e instituciones que configuran su mundo y ámbito social más cercano. Se puede decir que el hombre ya no cree en el hombre. La pirámide social y humana en la que siempre se ha apoyado parece tambalearse, debilitarse por momentos, por ello, ya no apuesta por la sociedad de la que aprendió y se constituyó como persona.
El materialista Dedirot, ya advertía que si se destierra al hombre, que es el término del cual siempre se ha de partir, la naturaleza se convertiría en una escena de melancolía y silencio1. En cierto modo, esto ya está ocurriendo en nuestro sistema social.
Pero, ¿Por qué el hombre está en crisis con la razón y, por tanto, en crisis con el progreso?
Esta pregunta es fácil de plantear, pero muy difícil de responder. Desde mi punto de vista, el hombre está en crisis con la razón y el progreso porque busca por encima de todo la perfección. Esa continua búsqueda de perfección está asustando e hiriendo el alma del hombre.
Rousseau, dice en el “Discurso sobre las ciencias y las artes”de 1750: “nuestras almas se corrompen a medida que nuestras ciencias y artes avanzan hacia la perfección”2.
No hay que ahondar mucho en el problema para darse cuenta que esa búsqueda de perfección implica, sin duda, un poder ilimitado. Cuanto más perfecto es el conocimiento del ser humano, más poder adquiere y cuanto más poder adquiere, más quiere adquirir. Así, el hombre ha consolidado la facultad de perfeccionarse, facultad que como Kant manifiesta, es debida a su razón. Esta facultad no seria un problema si ilimitando el poder no se desafiase con ello a Dios. Efectivamente, ilimitar el poder humano es desafiar y provocar a Dios, echar un mano a mano con el que, de por sí, es un adversario al que es imposible ganar.
La razón, por tanto, nos hace perfeccionarnos y aplicar ese perfeccionamiento al progreso, pero perfeccionar el progreso no es siempre sinónimo de bueno, pues, considero, que se está perfeccionando el progreso abusando totalmente de la razón y esto, realmente, no creo que sea lo más apropiado. Abusar implica desconfiar e, indudablemente, la desconfianza desemboca en un malestar generalizado. Por ello afirmo que la crisis de la razón y del progreso, en definitiva es, también crisis de la persona.
Es evidente que progreso significa futuro. No hace falta que recuerde la importancia del tiempo en la historia de la filosofía y, en definitiva, en la historia del hombre. Manipular el tiempo a su antojo, siempre ha sido una ilusión del ser humano, y con el progreso y su perfeccionamiento, parece que dicha ilusión cada vez está más cerca de convertirse en una realidad.
El futuro es mirar hacia delante, es predecir aquello que posiblemente puede sucedernos. Actualizar un tiempo que puede venir. Por lo que dominar de alguna manera el futuro es poder ver desde el instante la supervivencia de los venideros instantes. Esto significa que el hombre es un ser que transciende el tiempo y, precisamente por ello desea dominarlo. De esta manera, el ser humano no se conforma con vivir el día a día, sino que tiene que trascender cómo sea el instante para, como he dicho, dominar el futuro y esto es un hecho que realiza, como veremos más adelante, con un fin: el fin de enriquecerse, de beneficiarse.
En este ciego dominio del tiempo, al hombre se le olvida lo más importante, la presencia de Dios. Dios ya no está en los planes del hombre, pues ha pasado a ser un mero recuerdo, un símbolo ancestral que no tiene cabida dentro de la perfección de la razón y del progreso. Sin embargo, al hombre se le está escapando algo fundamental. Este olvido de Dios es el olvido de sí mismo. Perder la unidad con lo divino, significa perder el origen y fundamento de la humanidad. La idea de Dios está siendo reemplazada por la idea tecnológica, tanto es así, que el Dios de nuestra sociedad terminará siendo si nada lo impide, el progreso tecnológico. Esto está teniendo graves consecuencias para todos.
Posiblemente, sea verdad. El hombre es fuerte y eficaz tecnológicamente hablando, en la mayoría de las ocasiones, gracias a su cada vez más perfecto progreso. Se podría decir que en el aspecto tecnológico el hombre es cada vez más recio, más estable. Pero, qué hay de su parte trascendental, qué hay de su alma. En este aspecto, el hombre cada vez es más débil y, por supuesto, más ingenuo. Olvida que sin Dios no hay vida, no hay razón, no existe el progreso, sin perfección o con ella. Dios es la base de la existencia humana en toda su extensión.
Son, como ya antes mencioné, muchos los ámbitos afectados por la crisis, pero el ámbito trascendental es el más dañado a pesar de su inmensa importancia. Existe mucha gente que está a favor de separar, o mejor dicho, de diferenciar entre teología y filosofía, pero esto siempre me ha parecido un grave error. Yo, que en la actualidad me dedico a la investigación en metafísica y en especial, a la investigación en ontología, veo cada día más claro que esa distinción no debe ser ejecutada.
La filosofía, que en su esencia más pura es metafísica, es un camino hacia la teología, y viceversa. El filósofo intenta por diversos caminos encontrar una fuerza primera que explique la existencia del universo y, en definitiva, la existencia propia; y esto lo hace mediante un proceso filosófico que en última instancia desemboca en la más absoluta teología. Por ello, pienso firmemente, que el hombre siempre ha buscado, busca y, sin más remedio, terminará buscando a Dios, pues en su más íntimo ser se encuentra la necesidad de relacionarse, de buscar y de encontrar de alguna manera a Dios. Por esta ausencia trascendental en el ser humano, la teología al igual que la filosofía, también se encuentra en una insoportable crisis, una crisis que se ha desencadenado del desorden, de la desobediencia, del abuso y del egoísmo del ser humano.
Como, sin falta de razón, Heidegger dice, en su obra cumbre Ser y tiempo, hoy la pregunta por el ser ha caído en el olvido3. Según esta afirmación, personalmente pienso que también ha caído en el olvido con la pregunta acerca del ser, la pregunta acerca de Dios. Afirmo esto, por que no hay que olvidar que la filosofía se ha caracterizado por un estudio doble: El estudio del ser trascendental y el estudio de Dios, y al debilitarse una parte también se ha debilitado la otra. Los síntomas de la crisis de la filosofía y de la teología, según indica D. Ignacio Falgueras, se exponen en la reducción de la metafísica a la lógica y la interpretación de Dios como objeto infinito y, por tanto, opuesto a lo finito. Y esto se reduce a la pérdida del temor de Dios y a la degradación de la dignidad del hombre.
Como sigue insistiendo D. Ignacio Falgueras, al no haber o existir un orden real trascendental no hay nada que exceda a lo sabido, por lo que no hay que rendir cuentas a ningún saber superior; y es aquí donde radica toda la problemática de la crisis de la persona. El hombre incrementa su superioridad a medida que su tecnología progresa a pasos agigantados, mientras el hombre crece práctica y teóricamente, disminuye trascendentalmente. Esto se puede observar claramente, en la actualidad, en la sobreestimación de la economía y del poder, en el hedonismo y consumismo, en la brutal deshumanización del progreso, en el trato a la naturaleza, sobre todo a la vida en términos generales, en la agresión técnica y en nuestro sistema social a cualquier nivel4.
Esto mismo que indica D. Ignacio, es a lo que yo me he estado refiriendo todo este tiempo en este breve artículo. La pérdida de lo trascendental es la pérdida de la humanidad, pues el ser humano tiene su cimiente en su relación con Dios, el hombre y el mundo. Si esta cimiente se tambalea, entonces se tambalea la humanidad y, por supuesto, todo el futuro de ésta. Si el hombre difumina la diferencia entre Dios, hombre y mundo, lo que está haciendo es suprimiendo todo sentido y toda finalidad de lo real, y sin sentido de la realidad tampoco existe un sentido del tiempo.
En Antropología trascendental I, D. Leonardo Polo dice textualmente: “Futuro significa: aquello que no vienen desde una región lejana o presupuesta en general, ni tampoco deriva de situaciones previas, sino que se equipara con la libertad”5. Esto es lo mismo que decir que el futuro no se puede anticipar; hipotecar nuestro futuro es, en definitiva, dejar de ser libres, y es la libertad y, muy concretamente, la libertad trascendental, lo característico y único en el ser humano. Si el hombre se antepone al futuro, si exige ir más allá del instante que vive porque su progreso se lo puede permitir, entonces el hombre está dejando, sin darse apenas cuenta, de ser libre y dejar de ser libre significa dejar de ser persona.
Sin futuro, como advierte Polo, no existe libertad trascendental y, por tanto, tampoco existe el hombre en su plena manifestación ante el mundo. La persona no puede nunca estar sujeta a un futuro posible, a un futuro de progreso, debe estar abierta a un futuro cuyo valor se encuentre en su libertad trascendental, y esto es lo que hoy día nos falta, ser libres trascendentalmente y no tecnológicamente.
No dejo de insistir que sin darnos apenas cuenta, como de forma autómata, nuestro sistema económico social nos está llevando a la esclavitud, a la falta de libertad trascendental, pues economía es, ante todo como ya advertí, enriquecimiento, beneficio material y en ningún caso beneficio trascendental o espiritual. Ciegos nos lanzamos a la vida del consumismo, del ahorro, del beneficio personal en mayúsculas, sin importarnos qué ocurre con los demás con aquellos menos favorecidos, con aquellos que no han sabido desenvolverse en la economía que nos invade. La naturaleza del dinero, sin la cual no hay ahorro ni beneficio, es tan profunda y metafísica que es capaz de manejar el tiempo a su antojo. Dinero es tiempo y poder y, por tanto, es libertad no trascendental. Esta naturaleza nos atrapa en una falsa felicidad creada por un gran sentido de bienestar del que no podemos prescindir en ningún momento, pues sin él entramos en una depresión personal y social. Esto es siempre consecuencia de nuestro egoísmo personal, de nuestro profundo sentimiento de beneficio y es lo que está creando el caos. Si este sentimiento de beneficio lo enfocáramos de otra manera, todo sería diferente. O por lo menos, un poco mejor de lo que hasta ahora ha estado siendo. Si no se utilizase siempre el beneficio con un fin propio, es decir, con una finalidad absolutamente personal y egoísta, sino que se subordinara a la felicidad ajena, estaríamos integrando, de alguna manera, nuestra economía a un ámbito trascendental y humano. En este gesto si hay una preocupación positiva del hombre por sus semejantes y, estoy segura, que muchos de los problemas que tenemos hoy día no existirían. Pensar en los demás ayudándolos a favor no sólo de nuestra economía personal y social, creo que sería el mejor camino para solucionar nuestra tremenda crisis económica y, con ello, contribuiríamos también a mejorar nuestra falta de libertad trascendental.
Termino señalando las dos bases principales en las que se apoya la tesis presentada en el presente artículo. En primer lugar, en ser conscientes de que sin tener en cuenta en nuestras vidas a Dios, no existe la libertad en el ser humano, puede haber libertad tecnológica, eso no lo dudo, pero nunca libertad trascendental. Sin esta clase de libertad, fundamento de la persona, el ser humano se deshumaniza y el futuro se desfuturiza, quedando ambos a manos del egoísmo y del interés social.
En segundo lugar, en considerar la posibilidad de cambiar la forma actual de plantear la economía mundial mediante un sistema económico menos egoísta. Es decir, debemos beneficiarnos, beneficiando a los demás, y con ello, abandonar nuestro interés puramente personal. Pues sin duda alguna, hemos creado entre todos un ambiente hostil, donde el hombre es un lobo para el hombre, donde la palabra Dios no es más que eso, una palabra, que poco a poco va perdiendo sentido en nuestras vidas. Estoy segura de que si seguimos así, el futuro dejará de existir y si el futuro deja de existir también dejará de existir el hombre.
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Doña Cristina Rodríguez Blanco es licenciada en filosofía por la Universidad de Málaga
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Líneas de investigación:
Ha defendido recientemente su memoria de licenciatura y actualmente se encuentra inmersa en su investigación doctoral sobre Ser y nada en el pensamiento de Leonardo Polo, dirigida por el Dr. Juan García González.
Dirección electrónica:
Proceso de selección del trabajo:
Recibido: 2 de abril de 2009
Revisado: 2 de abril de 2009
Aceptado: 6 de abril de 2009
c. Claridades.
Revista de filosofía
ISSN: 1989-3787